[email protected]
Las sendas olvidadas entre el valle del río Tunuyán y la Laguna del Diamante permiten cabalgar o caminar por sitios ajenos a la presencia humana. El refugio Real de la Cruz es el punto de partida de aventuras en todas las direcciones. domingo, 03 de abril de 2005 El camino de Darwin y las sendas secretas del valle del río Tunuyán “Mi excursión duró sólo 24 días, pero nunca disfruté tan profundamente un período similar”. Hace exactamente 170 años, a fines de marzo de 1835, un viajero inglés de barba blanca definió con esas palabras su travesía por los Andes, a través de los pasos Piuquenes (Tunuyán) y Uspallata (actual Cristo Redentor). No fue un elogio lanzado al azar; con sus cuadernos y su amor por las piedras, el naturalista Charles Darwin ya llevaba cuatro años circunnavegando la Tierra, a bordo del Beagle. A casi dos siglos del periplo de Darwin, el alto valle del Tunuyán conserva la naturaleza virgen que cautivó al autor de El origen de las especies. Allí también late con fuerza la cultura de los arrieros y habitantes de la frontera; una forma de vida casi subterránea en nuestros días, pero que supo coexistir con valles y ríos sin echarlos a perder. El Portillo Argentino, a 30 km del Manzano Histórico, es el portal que conduce a este mundo. Hasta las inmediaciones de esta pequeña hendidura a 4.380 metros se puede llegar en vehículos (de doble tracción). De ahí en más rigen las leyes de la frontera; a pie o sobre una montura criolla. Un hogar cerca del río La senda baja por poco más de 15 km hasta el refugio Real de la Cruz, una especie de bar de La guerra de las galaxias, frecuentado por viajeros de los más diversos colores y olores. Esta construcción de dos pisos fue levantada por el Ejército en los años 40, como “Estación sanitaria de altura”. Actualmente está abierto a cualquier visitante, un poco librado al cuidado de quienes lo utilizan. Una gran sala con ventanas hacia el cercano río Tunuyán, catres y hasta ducha caliente (si funciona el calefón a leña) lo convierten en el alojamiento más confortable de la región. Es el único, además. los últimos veranos el Real vivió algo que podría llamarse un auge turístico, con el corral colmado de las mulas más selectas del Valle de Uco y una movida nocturna frecuentada por baqueanos, montañistas barbudos y gendarmes. Senderos que se bifurcan La ribera del Tunuyán superior, que corre con todo su caudal a metros del refugio, es una encrucijada de sendas casi secretas hacia algunos de los lugares más bellos de Mendoza. Un viajero dispuesto a deponer las comodidades de la vida urbana puede pararse de frente al ancho valle del río una mañana de sol, y elegir uno de tres puntos cardinales. Hacia el Oeste, cruzando el Tunuyán y remontando la bonita quebrada del río Palomares, una senda con siglos de historia lleva hacia Chile, cruzando por el Portillo de los Piuquenes. Por allí también se internan los montañistas que buscan el último gigante de los Andes, el Marmolejo (el cerro de 6.000 metros más austral del mundo), o el gran glaciar del Mesón San Juan. Hacia el norte del Real de la Cruz, caminando o cabalgando hacia la derecha, en pocas horas se llega a las nacientes del Tunuyán. Un impresionante glaciar cubierto por pedreros, de donde surge el agua de buena parte del Valle de Uco, trepa por varios kilómetros hasta las faldas del volcán Tupungato. La mole helada de 6.550 metros sobresale por encima de montañas vecinas como el San Juan o Alto, el Tupungatito y el Negro o Pabellón. Travesía hacia la Laguna del Diamante El camino que toma al sur, bajando junto al Tunuyán, es el menos transitado y el más sorprendente. La senda casi secreta que une el valle del Tunuyán con la Laguna del Diamante en San Carlos, unos 80 kilómetros hacia el sur, atraviesa un genuino paraíso de naturaleza y paisajes ajenos a la presencia humana. La travesía implica caminar durante entre siete y ocho jornadas y es preciso contar con alguien que conozca la zona, ya que la senda abandona el lecho del Tunuyán y no siempre es fácil de seguir. El montañista tunuyanino Eduardo Morsucci es un cicerón experto. Pisar esos valles y vadear esos cursos de agua es una empresa que tiene sus riesgos. Sobre todo de los ojos hacia adentro; las imágenes y sensaciones se adhieren a la corteza cerebral y allí se quedan. Por lo demás, bivaquear al aire libre y despertar bajo las estrellas, en la hora helada antes del amanacer, o acostumbrarse al relincho de los guanacos como banda musical de los atardeceres, no es una tarea sencilla. Pero alguien tiene que hacerla... Las crónicas históricas de un paso temido por los viajeros El camino que cruza a Chile atravesando el Portillo Argentino y el Portillo de Piuquenes (límite internacional) era una de las principales vías de comunicación entre los dos países en tiempos coloniales. Pero viajar no era tan sencillo como ahora. El escritor e historiador Pablo Lacoste cita una crónica jesuítica (rescatada por Patricio Boyle): “En 1699 recorrió este camino el jesuita Antonio María Fanelli y posteriormente dejó por escrito sus experiencias. Entre otras observaciones, se destaca la presencia de varias personas muertas a lo largo del camino debido al frío. Se trataba de comerciantes y correos. Se destaca también el peligro del camino, tanto por los precipicios como por las tormentas. ‘El camino es casi todo por las orillas de las cimas de las montañas, no más ancho que un palmo (20 cm) que forma una profundidad horrible’. En ese viaje se relata cómo cayeron al río varias mulas, motivo por el cual se perdieron libros, y cargamentos de yerba mate. También ‘pasaron unos padres de San Francisco y uno cayó al río’. El religioso se salvó porque le arrojaron un lazo, pero ‘la mula que montaba se ahogó en ese lugar’. El autor comenta que en ese camino ‘no pasa un año en el que no suceda una desgracia’. En otra parte del relato se explica que ‘este viaje se hace en pocos días, pero yo de buena gana haría un viaje de muchas leguas, sea por mar o por tierra, para no pasar la cordillera con riesgo de no perder la vida’. El paso tunuyanino también fue uno de los que utilizaron las tropas de San Martín para cruzar la cordillera en 1817. En este caso el objetivo era distraer la atención de los realistas, mientras la mayor parte del ejército cruzaba por otros pasos. El autor Gerónimo Espejo, que fue Ayudante del Estado Mayor del Ejército de los Andes y luego general, menciona el paso en su crónica El Paso de los Andes (Ed. Kraft, Buenos Aires, 1953): “El capitan de caballería don José León Lemos, comandante del fuerte de San Carlos, con los 25 Blandengues que formaban su guarnición, desde setiembre que se retiraron a sus tolderías los indios y caciques pehuenches después de su parlamento con San Martín, tuvo órden de situarse de avanzada en el valle de ‘Los Chacayes’, camino de El Portillo, que es la segunda ruta principal del tráfico con Chile en tiempos normales. Y como el derretimiento de las nieves suele empezar en octubre ó noviembre, fue reforzado con un piquete de 30 milicianos del regimiento de San Carlos y dos oficiales, para que vigilara todo movimiento del enemigo por esa parte. Mas para que se tenga una idea de la clase de servicio que las milicias prestaban en ese entonces, y en especial de las combinaciones estratégicas que el general preparaba, vamos á insertar un oficio que original se conserva en el Archivo del Gobierno de Mendoza. ‘Necesito (dice) que á la mayor brevedad me facilite V. tabaco, papel, vino y un poco de aguardiente, efectos indispensables para el repaso de la cordillera y tiempo que debemos subsisitir; y faltando estos artículos, que es el único pré de las milicias, no será extraño que procuren desertar- Se lo comunico a V. para su inteligencia y gobierno.- Dios guarde a V. muchos años. Melocotón, enero 28 de 1817.- JOSE LEON LEMOS.- Señor Comandante General de la Frontera’. “Este capitán, de quien no habla el Diario del Estado Mayor porque ni él ni su tropa se hallaban en el campamento, tenía sin embargo, instrucciones del General para atacar en los primeros días de febrero por el cajon del Río Maypo, la guardia que en tiempos ordinarios ocupaba el resguardo de aduana en el punto de San Gabriel, que dista 16 leguas de Santiago”. Lemos cumplió con la misión, pero no hubo combate porque los realistas abandonaron la posición. Otra crónica sanmartiniana, las Memorias del general Miller (Emecé, 1997), deja claro que no fue un picnic: “Mientras el ejército de los Andes estuvo en Mendoza, el capitán entonces y ahora coronel O'Brien, se mantuvo destacado en el Portillo con treinta hombres, de los cuales murieron once por lo riguroso del tiempo. Este coronel permaneció en aquel punto por espacio de seis meses”. /NG Habitantes del Valle El Yagua. Su verdadero nombre quedó desdibujado junto con su vida anterior. Este bonaerense de barba gris que hizo de El Manzano su pago es la prueba viviente de que -como dice una canción- "el hogar queda donde uno es feliz" y no siempre donde uno nació. Siempre con una sonrisa en la cara, nunca se cansa de llevar viajeros montaña arriba en su viejo Land Rover ni de conversar sobre la zona. Vivió la euforia de ser parte del rock en la platense tierra de Virus y de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Sobrevivió (bastante) entero a la sicodelia, conoció Tunuyán y devino todo un puestero. Leo Rodríguez. Montañista pertenenciente a la subespecie "invernal y solitaria". Suele pasar semanas en el Valle del Tunuyán y sus montañas cuando hasta los guanancos eligen zonas más templadas. Como un yeti pero morocho y amigable. Eduardo Morsucci. No tiene 35 años y ya podría recorrer la zona con los ojos vendados y cruzar cualquier curso de agua con la facilidad de un pato (algunos dicen que tiene pies membranosos y de tres dedos). Pero su hábitat preferido es la cocina. Coordenadas Cerca de 95 kilómetros a pie es lo que demanda la travesía entre el Portillo Argentino y la Laguna del Diamante. Son 7 u 8 jornadas, y la altura no supera los 4.000 metros. Una alternativa más sencilla es caminar hasta el Real de la Cruz desde el Portillo Argentino (hasta allí se llega en 4x4, desde el Manzano Histórico). Son unas 7 horas, y se recorren cerca de 15 kilómetros caminando o a caballo. Desde el Real se pueden visitar las nacientes del Tunuyán o cruzar a Chile. Escrito por Nicolás García [email protected]
0 Comentarios
Seis andinistas caminaron, durante 10 días, alrededor de 150 km por las altas cumbres del Valle de Uco, al límite con Chile.Edición Impresa: miércoles, 14 de abril de 2010
El grupo de aventureros de montaña, junto a los cerros del Valle de Uco. (Gentileza) Miguel Títiro - [email protected] Caminar por las altas cumbres de la Cordillera Central, atravesando valles, desfiladeros y vadeando ríos caudalosos, fue la experiencia vivida por seis amigos mendocinos, que llevan una vida juntos en la montaña. Siempre escalan, pero en esta oportunidad el sexteto compuesto por Daniel Alto (58), Carlos "Cacho" Santilli (58), José Dibarbera (58), Rodolfo Molesini (65); Johnnie García Salazar (52) y Jorge Giaquinta (55), realizó una travesía a pie de unos 150 kilómetros, en sectores de altas cumbres de Tunuyán y San Carlos. La idea fue de "Cacho" Santilli, experto andinista y por mucho tiempo hombre de Irrigación, quien había analizado la posibilidad del recorrido desde el helicóptero, en más de una campaña hídrica. La marcha se hizo a pie, con partida desde un sitio conocido como Real de las Yaretas (3.450 m), a 24 kilómetros de El Manzano Histórico (Tunuyán), camino al Portillo Argentino. Con un volumen de carga general de 180 kilos, que fue transportada en mulas, el conjunto contó con el servicio de tres arrieros del Valle de Uco, Ceferino Uvilla, Jorge Rojas y Juan González. Cuando caminaban, cada hombre llevaba en su espalda 10 kilos de pertrechos. En total utilizaron 10 días para hacer el itinerario, que se concretó en el verano. Incluso fueron sorprendidos por el terremoto de Chile en un desfiladero. "Nos orientamos a través de cartas antiguas del Instituto Geográfico Militar (IGM), pero fundamentalmente por imágenes satelitales y el sistema de posicionamiento global o GPS, tecnología que nos permitió siempre encontrar la vía adecuada, porque anduvimos por algunos lugares de escaso o casi nulo tránsito de personas", contó Alto. Las caminatas diarias tuvieron aproximadamente una duración de 9 a 10 horas, no más allá de las 17.30 ó 18. Las razones: armar las carpas y cocinar con luz diurna, además de tener más posibilidad de descanso. En la mayoría de los kilómetros recorridos, los aventureros debieron sortear zonas que no conocían. A poco de ponerse en movimiento, la expedición cruzó el río Tunuyán, muy cerca de sus nacientes, en medio de un paisaje inigualable y donde todo es soledad. El segundo campamento lo establecieron en el refugio militar Real de la Cruz, en el Alto Valle del Tunuyán, una sólida construcción que data de la década del '50, en tiempos de la presidencia de Juan Perón. Cruzar los cursos de agua fue siempre un riesgo, por el caudal que traen. Luego de sortear los arroyos Palomares y Marmolejo, la delegación comenzó a adentrarse en un terreno totalmente desconocido, inclusive para los baqueanos. El verde de las laderas enmarcado con los más variados amarillos y otras tonalidades de las montañas, sorprendían a los veteranos excursionistas. Acamparon arriba de las vegas del Marmolejo (3.400 m) . El punto más alto Un momento clave de la travesía se produjo al alcanzar el Paso del Contrabandista, en jurisdicción de San Carlos, límite con la República de Chile. Este fue el punto máximo en altura alcanzado por la comisión. Debieron superar un poco más de 1.200 m de desnivel, ya que ese hito está a 4.620 m. "Ni el cansancio ni lo incómodo del terreno lograron empañar el momento en que cruzamos el paso. El panorama era espectacular, teniendo casi al alcance de la mano el Cordón del Marmolejo, con sus glaciares colgantes y su cumbre de 6.100 m, unida por un amplio portezuelo al volcán San José (6.070 m)", evocaron Molesini y Dibarbera. Los siguientes días continuaron hilvanando quebradas en búsqueda del río Salinillas, primero, luego en tras el río Colorado, y topándose con los reales, que son los refugios naturales que se encuentran dispersos en la montaña. Para entonces se encontraban en plena alta cordillera. La belleza de la flora, las tropillas de guanacos y los curiosos cóndores planeando a gran altura, asombraron a los caminantes. Sobre los camélidos, los andinistas pudieron comprobar la matanza que se hace de esos animales en confines donde nadie pasa y no hay ningún control. Al décimo día de marcha, el grupo arribó a la Laguna del Diamante (San Carlos), donde fueron recibidos por los guardaparques del lugar, celosos custodios del patrimonio ambiental de los mendocinos. Travesía: El Manzano Histórico-Laguna del Diamante. Modalidad: travesía a pie. Distancia: aprox. 150 km. Duración: 10 días. Altura alcanzada: paso del Contrabandista (4.620 m). Comisión: seis participantes. |
Details
AutorInformación recogida en distintos medios. Archivos
Septiembre 2021
Categorías
Todo
|